Muchos padres guardarán con ilusión el primer garabato de su hijo [no tanta si lo hizo sobre el sillón o la pared de casa]. Pero esos primeros trazos alocados que los niños comienzan a hacer sobre el año y medio, y sobre todo los dibujos que vendrán después, representan algo más que un bonito recuerdo. Esos humanoides, esa casa o ese árbol que asoman sobre el papel que él le enseña con entusiasmo le abren de par en par una ventana al mundo interior del pequeño.
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